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sopotocientos

Nueva York

Nueva York Nueva York sabe a café latte. El café latte es como el capuchino, pero con más leche, y lo compres donde lo compres, está disponible en tres tamaños: grande, extra grande y gigante. En Nueva York, lo único pequeño es uno mismo. Sobre todo la primera vez que vas a Times Square. Si uno nunca ha estado en Times Square, no conoce la verdadera talla del ser, que es mínima.

En verano el calor es pegajoso y húmedo, pero hay que llevar un suéter a todas partes porque el aire acondicionado lo ponen a tope. No sabría decir si pasé más calor o más frío. Incluso me dio gripe. Pero hasta tener gripe en Nueva York tiene su encanto. Basta con ir a Brooklyn y pasear por el Promenade para que uno se sienta como un personaje de película. La gripe, o lo que sea, parece de celuloide. Yo no sé si los neoyorquinos tienen esa conciencia de ser personajes de película, o si se trata de un privilegio exclusivo de los visitantes. Yo creo que es más lo segundo: alguna ventaja teníamos que tener los que no tuvimos la fortuna de nacer allí. A ratos uno se siente como si estuviera paseando por una película de Woody Allen, y cuando menos te lo esperas, el escenario cambia y te encuentras en un videoclip de U2. Una maravilla.

Hay que ir a Nueva York. Hay que perderse por sus calles. Hay que cruzarse con todo tipo de personajes y escuchar todos los idiomas del mundo. No hay que conformarse con las películas. Hay que dejar que se te meta por dentro como un pequeño parásito, que se quede allí para siempre. Hay que ser un poco masoquista para querer tanto a esta ciudad. O no. Todo depende. Todo cabe.

(No puedo dejar de mencionar la Zona 0, sobre todo por estas fechas. Sólo puedo decir que sobre ella pesa el aire. Es una sensación que se empieza a sentir a medida que uno se aproxima: algo empieza a removerse por dentro, cuesta respirar. La gente guarda silencio, a excepción de algún turista aislado que no puede evitar el impulso de salir en la foto. En las rejas cuelgan letreros pidiendo respeto.

En una maravillosa librería de libros usados, en Brooklyn, un lugar mágico de donde no habría que salir nunca, nos pusimos a conversar con el dueño. Cuando le dijimos que vivíamos en Madrid, nos dio "sus condolencias" por los atentados de Atocha el año pasado. "Soy de Nueva York," dijo, "así que yo también sé lo que se siente." Aquello me sorprendió. A pesar de que vivo muy cerca de Atocha y yo misma pude haber estado allí, hace rato que se me olvidó aquello. Ninguno de los míos resultó afectado; la vida sigue. Pero no hay que olvidar. Tampoco obsesionarse, y mucho menos con la idea del "enemigo": mientras siga habiendo bandos habrá muerte. Pero no, no hay que olvidar).

2 comentarios

Jesus E. Gomez -

Tambien yo tuve la oportunidad de vivir en el estado de NY, pero no exactamente en la ciudad; estudie en Schenectady. Las cosas eran mas baratas alli, pero no habia tanto nivel cultural; aun asi algo habia, como los conciertos de Verano en Pepsi Arena.
Vivir en una ciudad tan tranquila, contrastaba mucho con lo que veia cuando iba a caminar por las calles de NYC, me parecia que entraba en otra dimension donde la gente parece no vivia, sino que actuaba. Parecia para mi un circo, con drama, encanto, y hasta animales entrenados! Es para mi, la definicion de Cosmopolis, ya que podias pasar 20 manzanas, y no ver un solo sobrino puro del Tio Sam.

jose montalvo -

comparto tu visión de Nueva York...tuve la fortuna de vivir dos años allá estudiando en la NYU y sin duda fueron los mejores años de mi vida...lo mas simpático es que mi presupuesto era paúperrimo y aún así, contando los centavos, llevaba una vida excitante, pues esta es una ciudad donde el entretenimiento gratis o barato abunda...quién te dice esto es un venezolano nacido en Madrid, ciudad que también se presta a la diversión gratuita o a menos así era hace algunos años, pues tengo entendido que el euro tiene fregada a media humanidad allá