La caraqueña del maní
Como caraqueña trasplantada a Madrid, ha sido curioso leer esta novela que transcurre en la Caracas actual y por la que transitan malandros, buhoneros, policías corruptos, sifrinos estirados y escuálidos clase media, mujeres bellísimas de todos colores pero sobre todo mulatas de infarto expertas bailadoras de salsa, mucho ron y marroncitos, y adúlteros de toda clase y calaña. Quien busque sexo, violencia y crimen lo encontrará en abundancia en estas páginas, sin menoscabo a su calidad literaria, que, sin duda, la tiene. La prosa de Muñoz es ágil y bien condimentada, con descripciones muy visuales y una trama impecablemente construida. El personaje principal es un ex etarra que vive refugiado de su pasado en esa capital del caos que es la Caracas de la era chavista, y la caraqueña a la que se refiere el título es una mulata que el protagonista conoce en El Maní, ese lugar emblemático que tanto recuerdo de mis años universitarios y al que iba a hacer el ridículo porque la salsa es algo que nunca se me ha dado. Nunca.
Lo cierto es que, leyendo esta novela, me transporté: allí estaba el Ávila (Monte Ávila, lo llama), Las Mercedes, la autopista Caracas-La Guaira (antes de la trocha), las calles concurridas del Centro, el tráfico, el calor, el cerro, los modismos (chévere). El trópico, pues. Y también el eterno enfrentamiento de clases que nos ha llevado a donde ahora estamos. El desdén con el que las clases acomodadas se dirigen a los que tienen menos, el afán de éstos por parecerse a toda costa a los primeros, y el mutuo desprecio (y ya que hablo de esto, voy a permitirme una pequeña nota al margen: una de las razones por las que llevo diez años viviendo fuera es que la palabra mono con la que algunos de mis compatriotas se refieren a los habitantes de los cerros aquí significa lindo).
Sólo tengo un pero, un detalle que para mí no deja de ser importante: algunos nombres de calles están equivocados (Chuaco en lugar de Chuao, por ejemplo). En esta novela el escenario es un personaje más y al menos los nombres de las calles, a mi juicio, tendrían que estar bien escritos. Salvo eso, creo que es una gran novela, y yo que no suelo leer novela negra he disfrutado mucho de esta incursión en lo que para mí es un nuevo territorio.
Lo cierto es que, leyendo esta novela, me transporté: allí estaba el Ávila (Monte Ávila, lo llama), Las Mercedes, la autopista Caracas-La Guaira (antes de la trocha), las calles concurridas del Centro, el tráfico, el calor, el cerro, los modismos (chévere). El trópico, pues. Y también el eterno enfrentamiento de clases que nos ha llevado a donde ahora estamos. El desdén con el que las clases acomodadas se dirigen a los que tienen menos, el afán de éstos por parecerse a toda costa a los primeros, y el mutuo desprecio (y ya que hablo de esto, voy a permitirme una pequeña nota al margen: una de las razones por las que llevo diez años viviendo fuera es que la palabra mono con la que algunos de mis compatriotas se refieren a los habitantes de los cerros aquí significa lindo).
Sólo tengo un pero, un detalle que para mí no deja de ser importante: algunos nombres de calles están equivocados (Chuaco en lugar de Chuao, por ejemplo). En esta novela el escenario es un personaje más y al menos los nombres de las calles, a mi juicio, tendrían que estar bien escritos. Salvo eso, creo que es una gran novela, y yo que no suelo leer novela negra he disfrutado mucho de esta incursión en lo que para mí es un nuevo territorio.
5 comentarios
Vivian -
Un saludo
Vivian
Carolina -
By the way, el libro se puede encontrar en ingles?Tengo un amigo escritor que esta siguiendo la historia de Venezuela y le encantaria leerlo.
Saludos,
Carolina
Vivian -
José Luis: Caramba. Muchas gracias por pasearte por aquí. Pues sí, leer tu libro fue como viajar de nuevo a Caracas sin moverme de mi casa. Y no, créeme: la salsa y yo nada que ver, pana ;)
Saludos!
JOSÉ LUIS MUÑOZ -
basurerodetinta -