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sopotocientos

La estrategia

 

El vuelo se retrasó y las maletas no llegaron. El taxista dio mil vueltas y le cobró de más. El hotel estaba lleno y no tenían constancia de su reserva. Se intoxicó con la comida local. Se le infectaron las picadas de los mosquitos. Le robaron la billetera, el pasaporte y la cámara. Por la noche, en la habitación del único hotelito que encontró libre en aquella ciudad atestada de turistas, recordó las palabras de su mujer: «Te hacen falta unas vacaciones en solitario, querido». La muy zorra. Y todo para quedarse el fin de semana sola con la Play.

Digo yo...

Digo yo...

¿Por qué será que, cuando me voy a poner a trabajar en la novela, se me ocurren de pronto quince mil cosas que podría hacer en su lugar? Y peor aún, ¿por qué será que de esas quince mil cosas me pongo a hacer la más irrelevante, como si en ello se me fuera la vida?

La resistencia a veces se siente como un muro de hormigón que tienes que derrumbar armado únicamente con un martillo.

Suficiente. Me voy a mi muro.

Once años

Once años

(A propósito de este post de Claudia Cazorla, mi querida anfitriona neoyorquina y cómplice ex teatrera, que me hizo evocar la siguiente instantánea que le dedico con este cariño nuestro sin fronteras, desviando por un momento la mirada hacia tiempos más gratos).

Claro que le digo que sí, por supuesto, porque ya sabía lo que iba a pedirme cuando lo vi asomarse al salón tan serio y tan lindo con su suéter azul marino y su cara de sexto grado y yo que estoy en quinto, y casi me muero cuando me llamó con la mano y la profe me dijo que sí, Watson, que podía salir pero rapidito, y salgo a su encuentro y él me conduce hasta la baranda, misterioso, y sin preámbulos susurra la frase con la que llevo días soñando: «Que si te quieres empatar conmigo». «Okey», respondo, y me encojo de hombros para disimular la taquicardia, y entonces me pide que no se lo cuente a nadie y yo le aseguro que no lo haré pero la verdad es que no tengo la más mínima intención de guardar mi promesa, claro que no: al final del pasillo, en el baño de niñas, me espera Isabel, y yo corro y corro como cuando jugaba a las carreras y me parece que el pasillo se hace larguísimo y corro y paso los salones de Quinto B, C y D y ni siquiera me volteo a ver si él sigue ahí, pero cómo no se lo voy a contar a nadie, pienso, porque no contarlo es como que no hubiese pasado, y al fin alcanzo la puerta del baño: «¡Tengo novio, tengo novio!» le anuncio a Isabel con un grito, y las dos nos abrazamos y brincamos como locas.

Los minicuentos del dictador: 0

Los minicuentos del dictador: 0

Por más que el dictador llamaba a la montaña, la montaña –esa insolente– no se movía. Al día siguiente el dictador promulgó una ley que prohibía todas las montañas en el territorio nacional. Hubo manifestaciones a favor (las manifestaciones en contra estaban prohibidas), marchas, conciertos gratuitos en pro de la erradicación de esas enemigas de la soberanía. «Por un país plano», era la nueva consigna.

Las montañas ni se inmutaron.

Para reírse

El Festival del Cuento del Buen Humor arranca hoy, viernes 12, a las 22.00, en el Centro Cultural de la Villa. ¿Qué mejor manera de celebrar el día de la Hispanidad que con un espectáculo de cuentos orales con narradores de Cuba, México, España y Venezuela? (Por cierto, la de Venezuela soy yo). Esta es la programación completa:


XI FESTIVAL DEL CUENTO DE BUEN HUMOR
SALA II DEL CENTRO CULTURAL DE LA VILLA
UNA PRODUCCIÓN: CIINOE / CELCIT

Fundador: FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES. Director Ejecutivo: JOSÉ VÍCTOR MARTÍNEZ GIL

 

Viernes 12 de Octubre, a las 22:00 h., Lo mejor del humor iberoamericano en cuatro acentos diferentes para las carcajadas: CARCAJADA TOTAL. Intervención especial: Francisco Garzón Céspedes (Cuba/España). Narradores: José Víctor Martínez Gil (México), Elena Villarroya, Vivian Watson (Venezuela), Eduardo Ares, Elena Arribas.

Sábado 13 de Octubre a las 19:30 h., Narradores, sólo narradores, y su singular, desternillante, y caótico sentido del humor: “SÓLO HOMBRES PARA QUE SE RÍAN DE ELLOS”. José María de la Morena, Rubén Ontoria, César Fernández, Jorge Zapata, José Luis Rovira y José Víctor Martínez Gil (México).

Sábado 13 de Octubre a las 22:00 h. A petición del público, y con nuevos cuentos, el éxito de los últimos Festivales, humor muy delirante: desesper ja do: “MUJERES DESESPER JA DAS” (5). María Teresa Martínez, María Ángeles López, Mónica Rodríguez, Yolanda Portugal, Isabel Cuéllar, Elena Villarroya y Vivian Watson (Venezuela).

Domingo 14 de Octubre a las 19:30 h. CLAUSURA. Tres de los narradores que más y mejor convocan el humor: Fátima Martínez, María Luisa Aranda, Antonio Fernández. Y el espectáculo del hombre que hace reír a todos con las más ingeniosas y disparatadas historias Eduardo Ares: CAPERUCITA FEROZ Y OTROS CUENTOS PARA ADULTOS.

Venta anticipada de entradas desde el Martes 9 de Octubre en el Centro Cultural de la Villa, Plaza de Colón,

Metro Colón, de 11 a 13:30 y de 17 a 18:00 h. O en Caja de Cataluña, Tel.: 902-10-12-12. Sólo adultos y jóvenes.

La caraqueña del maní

La caraqueña del maní

Como caraqueña trasplantada a Madrid, ha sido curioso leer esta novela que transcurre en la Caracas actual y por la que transitan malandros, buhoneros, policías corruptos, sifrinos estirados y escuálidos clase media, mujeres bellísimas de todos colores pero sobre todo mulatas de infarto expertas bailadoras de salsa, mucho ron y marroncitos, y adúlteros de toda clase y calaña. Quien busque sexo, violencia y crimen lo encontrará en abundancia en estas páginas, sin menoscabo a su calidad literaria, que, sin duda, la tiene. La prosa de Muñoz es ágil y bien condimentada, con descripciones muy visuales y una trama impecablemente construida. El personaje principal es un ex etarra que vive refugiado de su pasado en esa capital del caos que es la Caracas de la era chavista, y la caraqueña a la que se refiere el título es una mulata que el protagonista conoce en El Maní, ese lugar emblemático que tanto recuerdo de mis años universitarios y al que iba a hacer el ridículo porque la salsa es algo que nunca se me ha dado. Nunca.

Lo cierto es que, leyendo esta novela, me transporté: allí estaba el Ávila (“Monte Ávila”, lo llama), Las Mercedes, la autopista Caracas-La Guaira (antes de la trocha), las calles concurridas del Centro, el tráfico, el calor, el cerro, los modismos (“chévere”). El trópico, pues. Y también el eterno enfrentamiento de clases que nos ha llevado a donde ahora estamos. El desdén con el que las clases acomodadas se dirigen a los que tienen menos, el afán de éstos por parecerse –a toda costa– a los primeros, y el mutuo desprecio (y ya que hablo de esto, voy a permitirme una pequeña nota al margen: una de las razones por las que llevo diez años viviendo fuera es que la palabra “mono” –con la que algunos de mis compatriotas se refieren a los habitantes de los cerros– aquí significa “lindo”).

Sólo tengo un pero, un detalle que para mí no deja de ser importante: algunos nombres de calles están equivocados (“Chuaco” en lugar de “Chuao”, por ejemplo). En esta novela el escenario es un personaje más y al menos los nombres de las calles, a mi juicio, tendrían que estar bien escritos. Salvo eso, creo que es una gran novela, y yo que no suelo leer novela negra he disfrutado mucho de esta incursión en lo que para mí es un nuevo territorio.

Todavía en blanco

Sí, ya sé que han pasado casi dos semanas, pero una de las cosas que más me gusta de los blogs es que no tienen que estar sujetos a la inmediatez a que nos acostumbran los medios. Por eso aquí, entre otras cosas, comento libros que no son necesariamente novedades y hablo de temas que me pasan por la cabeza y que no tienen por qué ser de actualidad (de la actualidad circundante, quiero decir). Y por eso es que ahora es que les digo que hace días publiqué mi comentario acerca de la Noche en Blanco en Blue Monk Moods, y de paso pueden ver el de Elena Arribas en su nuevo blog Entretanto. Que disfruten.

Leer y escuchar

Leer y escuchar

Los amantes de la música, y sobre todo del jazz, disfrutarán sin duda del blog de Eliseo Cardona, Blue Monk Moods, que acaba de relanzar y en el que me ha pedido que colabore (imaginen que digo esto con una gran sonrisa de satisfacción y ego subido). Aparte de experto en la materia, Eliseo es un gran escritor y un nuevo amigo y yo, que sólo soy una aficionada (pero una aficionada con pasión, eso sí) he aprendido muchísimo leyéndolo. Además el diseño es una maravilla. Vale la pena darse un paseo. Se engancharán.

 

Gaviotas de Azogue

Hace algunas semanas me reuní con mis amigos contadores de cuentos para celebrar junto con Francisco Garzón Céspedes su cumpleaños número 60. Estuvimos en el Café Ruiz, un sitio precioso, y como es de esperarse en una reunión de narradores, hicimos mucho ruido. Francisco nos pidió a cada uno de nosotros que le regaláramos dos palabras en un sobre cerrado, cosa que fue muy difícil, porque uno a Francisco le regalaría no dos palabras sino un diccionario completo. El momento cumbre de la noche fue cuando Francisco nos leyó su excelente Trilogía del Amor, que incluyo en este post y que abre la colección Gaviotas de Azogue, creada para difundir de manera impresa y por Internet textos breves, contemporáneos o antiguos, "elegidos por su excelencia y trascendencia", como se explica en el mensaje que acompaña a la primera entrega  (tengo además la gran alegría de haber sido incluida en el número tres, con mi serie de cuentos hiperbreves Amores).

Aquí les dejo los poemas de Garzón. Estoy segura de que los disfrutarán tanto como yo. 

 

TRILOGÍA DEL AMOR, de Francisco Garzón Céspedes


LO SÉ EN EL CIELO CON TINTES DE HOJARASCA 

lo sé en el cielo con tintes de hojarasca del amanecer

lo sé en las luciérnagas de los cuerpos sobre la cama

lo sé en los murmullos del despertar a la rutina

lo sé en los pasos cercanos cuando se alejan

lo sé en el pozo de las miradas al reencontrarse

lo sé en las palabras y en las caricias

en sus azoteas y en sus sótanos

en sus paredes y en sus suelos y en sus techos

lo sé una y otra vez al caer y al alzarnos 

el amor existe reinventándose en quienes

indefensos, sobrevivientes, afortunados

cada mañana lo reinauguran

reinaugurándose en las huellas de sus cicatrices



CUANDO SE RECUERDA LA CARICIA 

cuando se recuerda la caricia de los cuerpos

se recuerda la textura fresca del lino en la piel

cuando se recuerda el compás de los latidos

se recuerda la espuma haciéndose y deshaciéndose donde la ola

cuando se recuerda el contacto de las miradas

se recuerda el impacto de los relámpagos al descubrirse

cuando se recuerda el soplo de las respiraciones

se recuerda el aliento purificador sobre el barro

el amor todo lo recuerda diferente  



DONDE HABITA EL CIELO AFORTUNADO 

donde habita el cielo afortunado habita la nube

donde habita la tierra fértil habita el desierto

donde habita el agua transparente habita el fango

donde habita el fuego confortante habita la ceniza

donde habita el aire protector habita el desamparo

donde habita la hierba bienhechora habita la maleza

donde habita la sangre cual torrente habita el remolino

donde habita el pájaro de las claridades habita la penumbra

donde habita la canción de cuna habita la elegía

donde habita la memoria imborrable habita el olvido

donde habita el amor de los amantes sólo habita el amor

sólo habita el amor tan habitadamente solo



(Para más información sobre la colección Gaviotas de Azogue, pueden enviar un correo a gaviotasdeazogue@gmail.com).

¡Gracias, Basurerodetinta!

¡Gracias, Basurerodetinta!

Esta ilustración genial que ven aquí es la interpretación que ha hecho Basurerodetinta de mi cuento Supervivencia. El blog de Basu es una maravilla, lleno de imágenes intrigantes, todas con el sello personal de esta artista que se declara callejera empedernida. Siempre he admirado muchísimo la capacidad de plasmar en imágenes esos vericuetos del subconsciente de los que nacen los cuentos, quizá porque yo no tengo ese talento, qué le vamos a hacer, no siempre se puede ser perfecto (esa frase se la robé a un antiguo novio). Es la primera vez que alguien ilustra alguno de mis cuentos y me ha dado un alegrón. La verdad es que cuando se me ocurrió experimentar con un blog nunca imaginé que me traería tantos amigos: la primera sorprendida he sido yo. Qué bien. Un motivo más para estar de buen humor.

Muchas, muchas gracias, mi querida Basu.

(Y, desde luego, gracias también a Noemí, quien se inicia en estas lides blogueras, y condujo a Basu hasta esta esquina).

Reencuentro

Y pensar que veinticinco, treinta años atrás iban al cine en autobús, y reían, y ella aprovechaba cualquier penumbra para dejarse explorar, celebrando en silencio cada nueva conquista de él, cada tímida incursión por nuevos territorios. Tantos años. Le sentaban bien las canas, no podía negarlo –aunque estaba claro: ella se conservaba mucho mejor. Lógico. Para algo tenía que servir tanto lifting y tanto gimnasio. Y ella sonríe y asiente mientras él adereza los éxitos cosechados, las empresas, el golf, los viajes, y ella contraataca, los hijos universitarios, el marido médico y la casa en las afueras, y él las vacaciones en Tahití, las lecturas, la comida asiática, y ella los nuevos muebles de la terraza, la colección de arte, la perrita pekinesa, y él me ha encantado verte, y el beso en la mejilla y lo guapa que estaba, y ella tú tampoco te ves mal, y la sonrisa coqueta y las miradas y ese silencio un tanto incómodo y ella duda y él parece que también y las risas nerviosas y ella hasta pronto y él ya nos vemos.

Supervivencia

Supervivencia

Qué gozada, dijo la libélula, volando sobre la superficie del agua cristalina. Qué gozada, dijo el pez, saltando sobre el agua y devorando de un bocado a la libélula. Qué gozada, dijo el hombre, al sacar la red del agua y ver cómo aleteaba el pez agonizante.

® 2007

Tan lejos y tan cerca

Ya sé que había prometido no hablar más de política, pero es imposible obviar todo lo que está pasando en Venezuela. Imposible no hacerse eco de las multitudinarias protestas estudiantiles, imposible ignorar a esos muchachos, el animal dormido que ha despertado de pronto y que es imparable, que desde hace una semana se ha estado enfrentando a la represión policial, la cárcel, los perdigones, las bombas lacrimógenas, los cañones de agua y las agresiones de motorizados chavistas que han querido arruinar las protestas pacíficas arengando a esos muchachos valientes —universitarios y estudiantes de bachillerato de todos los sectores— con el discurso agresivo, pobre y soez que tanto le gusta a Chávez. Mientras todo esto sucede allá, en ese país mío doliente y convulso, pero todavía vivo, todavía en pie, todavía resistiéndose a los caprichos de un dictadorzuelo soberbio, aquí en Madrid se avecina el verano y la gente ya tiene la cabeza puesta en las vacaciones. Este es otro planeta. Lógico. Pero yo, que vivo aquí, me muevo a otra velocidad, como si habitara un mundo paralelo. Porque mi mente está en Venezuela. No dejo de pensar en lo que está pasando. Y es tan raro andar por la Gran Vía o por Fuencarral o por cualquiera de estas calles en donde la gente estrena camisetas y sandalias y no teme que les arrebaten los derechos elementales, ni que los maten los ladrones, ni nada de esas cosas tan familiares para los venezolanos, y que andan preocupados únicamente por pagar la hipoteca y las vacaciones, y por las cosas cotidianas de cualquier persona que vive en un país libre, que ya con eso tienen bastante. Yo en cambio vivo en un mundo distinto. Y no sé cómo describir la emoción que siento al pensar en esos muchachos que han salido a defender lo que les corresponde por derecho, la libertad de expresarse, de disentir, de vivir en un país que no se rija por el capricho de una única persona, encima despótica y arrogante. Me siento muy orgullosa. Son muchachos lúcidos, muy bien organizados, con un discurso coherente y bien estructurado —tan distinto al de Chávez y al de la oposición, que nunca ha sabido estar a la altura—, un ejemplo tanto para el oficialismo como para esa oposición mediocre que tantos errores ha cometido. Bravo por ellos, porque ellos sí están representando a la mayoría de los venezolanos, los que no queremos que nos callen.


Hay quien me dice, cuando me reclama que sólo hablo de lo que pasa en Venezuela, que uno es únicamente del país donde ha elegido vivir. No puedo estar de acuerdo. Yo quiero mucho a España, claro, pero nunca me había sentido tan venezolana como ahora. La verdad es que me creía más desapegada. Y me sorprendo queriendo tanto a ese país que es y será siempre el mío, el mío y de tantos otros que viven fuera como yo, porque lo han elegido o porque no les ha quedado otro remedio; nuestro y de todos —todos— los que están allí, acompañando o no a los estudiantes, pertenecientes a uno u otro bando, de todas las clases sociales, creencias, colores: de todos nosotros, y no sólo de unos pocos que han querido arrebatárnoslo.

Buenos días, mordaza

El inminente cierre de Radio Caracas Televisión, el primer canal venezolano, que tendrá efecto a partir de las 12 de la noche de hoy, es el golpe más duro que se haya dado a la libertad de expresión en Venezuela desde que se instauró la democracia. Y eso es algo grave. Muy grave. Hace tiempo ya que Chávez, con esa forma de gobernar al país como si fuera su hato personal, se reveló ante el mundo como el tirano que es, desenmascarándose; pero esta decisión arbitraria de no renovar la licencia de un canal de televisión que lleva 53 años en el aire, para así castigarlo por su postura abiertamente crítica hacia el gobierno, es la coronación de un régimen autoritario, caprichoso y megalómano. Esta es la única nota política que voy a permitirme en este blog, que se ha ido decantando hacia temas menos trágicos, pero como periodista y como venezolana, no puedo dejar de pronunciarme. Pienso sobre todo en los trabajadores de RCTV, en tanta gente que se queda ahora en la calle. ¿Qué pasará con ellos? Mientras tanto, Chávez y sus secuaces se dedican a dar brinquitos en el Teresa Carreño, en el mismo espacio en el que, años ha, tuve la fortuna de ver a Marcel Marceau, Julio Bocca y tantos otros. Qué triste, Dios mío.

 

 

Free RCTV: Say No to Censorship!

Un rinconcito menos

Cada vez que viajo a Caracas llevo la maleta medio vacía para poderla llenar con los libros que sé que en España no voy a conseguir. Se está escribiendo tanto y tan bien en Venezuela que es un placer recorrer librerías y hablar con los libreros para saber qué ha salido nuevo y quién ha publicado qué, y luego volver a Madrid con la maleta llena de libros y hacerlos circular entre los amigos cercanos (los que sé que los devuelven, claro), porque lo más sabroso de descubrir buenos libros y buenos escritores es precisamente eso, compartirlos. Y más si son compatriotas. Por eso me tiene tan triste el cierre de la librería Monte Ávila, en el Teresa Carreño, del que supe por el blog de Juan Carlos Chirinos. Qué desolación. Esa librería ha sido siempre una parada obligada en mis visitas. Siempre me lleva --llevaba, tendré que acostumbrarme-- Alexis, mi indispensable amigo Alexis. Hemos pasado horas ahí, explorando los anaqueles, leyéndonos párrafos, comentando títulos, mientras Alexis me ayuda a elegir qué comprar, porque nunca puedo llevarme todo lo que quiero, claro. ¿Y ahora qué? Cada vez son menos los rincones de la ciudad que todavía siento míos. Supongo que es normal. Sólo espero que no se cumpla lo que aventura Chirinos en su artículo, aunque, como sabemos, en la Venezuela de Chávez todo es posible.

"El Ingrediente Secreto", de Vanessa Montfort

"El Ingrediente Secreto", de Vanessa Montfort

Hace semanas que quiero escribir sobre esta gran novela, premio Ateneo Joven de Sevilla 2006, y ahora que me siento a hacerlo, no sé por dónde empezar. A lo mejor porque Vanessa es una nueva amiga, y me da un poco de pudor escribir sobre los amigos. Es mucho más fácil escribir sobre el texto de un desconocido que sobre el de alguien con cuyas buenas noticias te alegras sinceramente, y a quien, por cierto, debes una comida. Pero este libro me ha entusiasmado mucho, y como siempre que un libro me entusiasma, me siento en deuda y quiero compartirlo.

 

El Ingrediente Secreto es la historia de un viaje en dos dimensiones. Una de ellas se adentra hondo en el pasado de España, y la otra transcurre en el Madrid de 2004. Eva, la protagonista, regresa a la casa paterna después de una dolorosa ruptura. Se inician así una serie de conversaciones con su padre, Fernando, que poco a poco va desgranando su vida, revelándose ante ella en una narración desprovista de alardes y nada autocomplaciente: allí están sus caídas, sus errores, sus tropiezos, pero también su lucha por sobrevivir en una España resquebrajada y doliente, un pasado que se mezcla con el presente de Eva y que la prepara para la búsqueda de su propio ingrediente secreto: esa cosa única que es distinta para cada quien, y que le da sentido a nuestras vidas. Ambos tiempos se entretejen con gran maestría y creo que ese es uno de los grandes aciertos de esta novela en donde nada sobra y nada falta, llena de imágenes visualmente poderosas, inolvidables, de esas que, al dejar de leer, cierras los ojos y recreas: los huevos sobre los que Fernando muchacho aprende a escribir, por ejemplo, y sobre los que Fernando anciano escribe la palabra “gracias”, un hermosísimo acto de agradecimiento hacia la hija que le presta sus oídos; o el teatro en el que Eva trabaja para devolverle la vida después de restaurado, en el que se encuentran una serie de personajes inolvidables —qué mejor lugar para reunirlos que un escenario vacío, ese punto donde todo converge— y que luego se verá inundado por una mágica lluvia ámbar que completa el proceso alquímico iniciado por Eva al comienzo de la historia.

 

Una maravilla.

 

Nunca me ha gustado atribuirle categorías a las cosas —mi mente no funciona con tanta precisión— pero creo que estoy en edad de permitirme cierta manías, así que yo soy de las que dividen a los libros en dos clases, los que se leen una única vez, y se disfrutan o no; y aquellos destinados a la relectura: esos son los más sabrosos, los que siguen vivos cuando los cierras, y te acompañan, y de vez en cuando te preguntas qué será de la vida de tal o cual personaje y entonces abres el libro en cuestión y allí está de nuevo, y disfrutas su compañía con la misma intensidad que la primera vez. El Ingrediente Secreto se ubica sin duda entre estos últimos, y creo que va a seguir estando entre la pila inestable de libros que tengo en mi mesa de noche casi como si fueran amuletos, y que en realidad lo son.

Dice Valeria

Dice Valeria

Es rarísimo. Además de mi papá y mi mamá, están los abuelos que son dos, las abuelas que también son dos, y otra gente que dicen que son mis tíos, y todos ellos me miran con cara de gafos, un montón de ojos y sonrisas y manos en todo lo que yo hago. ¿A dónde irán cuando no estoy? Yo creo que van al mismo lugar que el sol cuando lo guarda la noche, que debe ser un lugar muy grande para que quepa el sol y las calles y los árboles y las cajitas de mi abuela y tanta gente que aparece sólo cuando aparezco yo, que existe sólo para mirarme siempre con esas caras de gafos y me estrujan y me besan y no me dejan meter los dedos en esos huequitos raros que hay en la pared.

Cuentos hiperbreves: ¿oficio de flojos?

Una de las razones por las que casi no escribo cuentos es que me parece dificilísimo. Tanta precisión en tan poco espacio. Me encanta leerlos, pero a la hora de escribir, me siento mucho más cómoda con esa selva vasta que es la novela, en donde no tienes que ser tan perfecto. Las ideas que me asaltan suelen tener vocación de universos. Ya decían por ahí que uno no busca las ideas, las ideas lo buscan a uno. ¿Qué hago yo si las ideas que quieren convertirse en cuento me eluden? Por eso nunca se me habría ocurrido experimentar con la narrativa hiperbreve, de no haber sido por la insistencia de ese gran narrador oral y escritor y muchas otras cosas que es Francisco Garzón Céspedes, maestro y amigo.

Aquí va mi primer experimento.

 

AMORES

 

Desesperación

Cuando terminó de deshojar la margarita, continuó con los dedos de su mano derecha.

 

 

Misterio

En la penumbra, la mujer contempló la respiración pausada de su amante, perdido en quién sabe qué orillas del sueño. Quiso seguirlo. Se hundió en él y pasó al otro lado: un paisaje de estrellas y galaxias y al fondo su silueta, lejana, inalcanzable.

 

 

Germen

Él la mira pasar y ella sabe que él la mira, y se demora, duda, finge ver las vitrinas, se acomoda el bolso, y luego gira, decidida, y empuja la puerta y entra al café y se acerca a la barra y él la mira, la mira, y ella sabe.

A modo de explicación

El despertador suena a las 6:10 am pero casi siempre me quedo un rato más en la cama, alargando el momento de salir al frío de la sala, y después de escribir mis páginas de la mañana y de hacer el poquito de Chi Kung que me permite terminar de despertarme hasta de buen humor (sí, una maravilla, el Chi Kung), ya el día se me viene encima: el autobús, el metro, las clases, las traducciones esas aburridísimas con las que me gano la vida, más corredera, un par de esos chocolates de dieta que se supone que quitan el hambre aunque en realidad sólo la disfrazan durante un tiempo aproximado de treinta minutos y enseguida ya quieres comerte un caballo, pero que al menos sirven para que no te suene la barriga en medio de la clase de inglés con el gerente general de alguna empresa muy seria e importante, más clases, y de nuevo el autobús y una manzana y llegar a mi casa para empezar el trabajo no remunerado pero verdadero, ese que hago por pura terquedad, y luego llega Mariano y ya se acabó el día y todo empieza otra vez.

En pocas palabras: que estoy, pero a duras penas. Por eso hace tanto que no me aparezco por aquí. Mis disculpas a los que han seguido visitándome.

Ya pueden bajarse las canciones de Sopotocientos

Después de postear el artículo sobre las canciones de Sopotocientos, mucha gente de Venezuela me escribió para decirme que no les funcionaba el link ed2k. Pues bien, mi amigo Emiliano, el mismo que se tomó la molestia de digitalizarlas, las ha colgado en su página para que todos puedan acceder a ellas. Las tienen aquí.

El otro día me di un verdadero banquete escuchando las canciones y viajando en el tiempo. Espero que ahora la gente que está en Venezuela pueda hacer lo mismo. ¡Salud!