Esos pequeños vicios cotidianos
Yo vivo en Madrid, y como gran parte de los habitantes de esta ciudad, viajo en metro todos los días. Suelo tomarlo a la hora punta, muchas veces haciendo malabarismos para poder entrar en medio del gentío, y con el tiempo justo para llegar. Es en esos momentos cuando suelen pasar las siguientes cosas: el metro se tarda minutos interminables en cada estación, con la consecuente subida de gente que ya no cabe; o bien no llega nunca, o si llega, te hacen bajar en una estación que no es la tuya porque el tren en el que viajas está averiado, y tienes que esperar al siguiente que llega tan lleno que simplemente no puedes entrar y tienes que esperar al otro. Cosas así, en fin, que son parte del día a día de los madrileños que toman (tomamos) el metro.
Siempre llevo un libro conmigo, pero a veces, en vez de leer, me dedico a observar a la gente. En las tempranas horas de la mañana hay poco que ver: todos somos trabajadores adormilados y ya se sabe a dónde vamos. Pero por la tarde, al volver, a veces se pueden escuchar conversaciones interesantes. O no. Depende. En todo caso, es un buen ejercicio mirar a la gente e imaginar cómo es cada quien, a qué se dedica, en qué está pensando. A veces alguno termina convirtiéndose en personaje. Casi con toda seguridad, la persona que le dio origen nunca lo sabrá. Es grato saberse personaje. Alguno de mis amigos ha tenido la deferencia de elevarme a esa categoría.
Con cuánta rapidez se entrega uno a estos pequeños vicios cotidianos cuando va en el metro, sabiendo que llega tarde, y encima el metro se queda parado entre estación y estación. Menos mal que es viernes.
Siempre llevo un libro conmigo, pero a veces, en vez de leer, me dedico a observar a la gente. En las tempranas horas de la mañana hay poco que ver: todos somos trabajadores adormilados y ya se sabe a dónde vamos. Pero por la tarde, al volver, a veces se pueden escuchar conversaciones interesantes. O no. Depende. En todo caso, es un buen ejercicio mirar a la gente e imaginar cómo es cada quien, a qué se dedica, en qué está pensando. A veces alguno termina convirtiéndose en personaje. Casi con toda seguridad, la persona que le dio origen nunca lo sabrá. Es grato saberse personaje. Alguno de mis amigos ha tenido la deferencia de elevarme a esa categoría.
Con cuánta rapidez se entrega uno a estos pequeños vicios cotidianos cuando va en el metro, sabiendo que llega tarde, y encima el metro se queda parado entre estación y estación. Menos mal que es viernes.
3 comentarios
Basurerodetinta -
andrea -
saluditos :)
Polen -