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El poder de la memoria

El poder de la memoria De Venezuela me traje varios libros que no encontraría aquí en España. Libros de autores venezolanos, como Eduardo Liendo (genial Pepín Spútnik, Alekos), o Milagros Mata Gil (un grato descubrimiento), o la gran Ana Teresa Torres. El por qué de la escasa presencia de escritores venezolanos en las librerías españolas es algo a lo que no me voy a referir aquí, pero ciertamente es un tema que preocupa. Recientemente tuve la agradable sorpresa de encontrar un libro de poemas de Hanni Ossott, Canto de penumbra, en una gran librería de Madrid, y es posible encontrar cosas de Arturo Uslar Pietri y Rómulo Gallegos, pero hasta ahí.

En fin. Yo de lo que quiero hablar es del libro de Ana Teresa Torres, Doña Inés contra el olvido. De Torres había leído El exilio del tiempo, una novela hechizante y lúcida, y la más reciente Los últimos espectadores del Acorazado Potemkin, bastante intrigante. Pero ninguna como Doña Inés.

Doña Inés es una mantuana del siglo XVI que narra desde la muerte las vicisitudes de su descendencia, y con ellas la historia de Venezuela a lo largo de tres siglos. Su voz es el hilo conductor que hilvana escenas inolvidables, episodios históricos, lugares y costumbres del pasado y el presente, y explica sin quererlo cómo hemos llegado a dónde estamos y por qué somos como somos. Es un libro muy hermoso, lleno de personajes lúcidos, y Doña Inés está tan llena de vida que a uno le provocaría cerrar los ojos y escucharla contando anécdotas como lo hacían mis tías abuelas cuando era niña.

Como siempre que termino un buen libro, me ha costado mucho dejar a Doña Inés. Hay escenas que se han quedado conmigo para siempre, como la entrañable huida de la esclava Daría con la niña Isabel. Su ama Doña Isabel (viuda del nieto de Doña Inés), sus tres niños y ella están siguiendo a Bolívar, quien ha ordenado la evacuación de Caracas hacia oriente para escapar de las tropas de Boves. La situación es desesperada, los muertos se amontonan en el camino, no hay agua ni alimentos; Doña Isabel, que nunca en su vida había pasado trabajo, está muy débil. La esclava es fuerte, sin embargo. Dice Doña Inés en su narración:

Daría en veinte años no ha tomado nunca una decisión, en veinte años no ha dicho nunca: yo quiero, yo deseo, yo propongo. En veinte años nadie le ha dicho nunca: qué quieres, qué propones, adónde vas. Sus manos han trabajado, su cuerpo se ha inclinado, sus labios han contestado respetuosamente las preguntas que otros han pensado, sus pies han marchado silenciosos sobre la tierra y han atravesado silenciosos los patios y corredores (...) Pero nunca antes ha tomado una decisión.

Y la toma. Salta de la carreta con la niña en brazos. Durante varios días atraviesa con ella terrenos inhóspitos, hasta que llega a la hacienda de la familia en Curiepe. La niña Isabel es la única superviviente de su familia. En la hacienda, o en lo que queda de ella, sólo está el fiel mayordomo y algunos esclavos que no han querido huir. Daría cuida a la niña Isabel como si fuera suya. Pero ella sabe muy bien cuál es su condición, y cuando la niña tiene 12 años, Daría la lleva a Caracas y se la entrega a un cura amigo de la familia, para que la tome bajo su protección. La separación es dolorosa y triste, pero ¿qué otra cosa podía hacer Daría? Ya una vez le salvó la vida, ahora tiene que devolverla a la vida que le corresponde. Pero Isabel no la va a olvidar...

El libro está lleno de historias semejantes, de esas que se te meten dentro para siempre. Una verdadera joya.

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