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sopotocientos

Los objetos

Hace 9 años que me casé, 8 y medio que salí de Venezuela, 4 que me divorcié. Cuando salí del país con mi ex esposo, a quien llamaremos A., nunca pensé que no volvería. La idea era que cada uno hiciera su master, gracias a Fundayacucho, yo en Inglaterra primero y después él en España, y luego regresar al apartamento que habíamos dejado en Caracas, en La California Norte, con los muebles que acabábamos de comprar y la vajilla, bandejas de plata, jarras, portarretratos, candelabros, copas, vasos, ensaladeras, etc. etc. que habían sido nuestros regalos de boda, gran parte de los cuales permanecían en cajas esperando nuestro regreso. Pero el regreso no se produjo. De Lancaster nos vinimos a Madrid (con un mes de tregua en Caracas, mimados por las dos familias) y ocurrió que me fui enamorando de esta ciudad, y que vinieron las elecciones y ganó Chávez. Razones de peso para decidir quedarnos.

En ese entonces, mi idea de pasar trabajo consistía en no poder ir al cine en Inglaterra porque el dinero de una beca era apenas suficiente para pagar el alquiler y la comida (a pesar de lo cual pudimos viajar por ahí, morral al hombro, durmiendo en hostales de estudiantes, cosa que a esa edad tiene su encanto). Pero incluso no poder ir al cine era divertido. Se trataba de una novedad, y a fin de cuentas, no iba a durar mucho tiempo. La vida entonces era un juego, pero poco a poco el juego se fue complicando. No teníamos papeles y no podíamos trabajar. Los ahorros menguaban, pero todavía teníamos a nuestras familias y en todo caso allá en Caracas estaba el apartamento esperándonos, si las cosas se ponían feas. Conseguí trabajo como profesora de inglés, no me pedían papeles así que ni lo pensé. Al final, y después de muchas vicisitudes que no vienen al caso, salieron los papeles, A. también encontró trabajo y las cosas poco a poco parecían empezar a tomar su rumbo de nuevo, a ir como siempre habían ido, es decir sin mayores dificultades. Pero fue entonces cuando nuestro matrimonio empezó a hundirse. Para qué entrar en detalles. Digamos que fue algo muy progresivo, como una lenta agonía, hasta que finalmente todo colapsó estrepitosamente.

Para entonces, el apartamento de La California lo habíamos alquilado a unos amigos y mis suegros se había llevado a su casa las cajas con la vajilla, copas, bandejas, jarras, candelabros y todas esas cosas que en Madrid ni soñábamos con tener, porque no podíamos comprarlas y porque nos conformábamos con los platos de todo a 100 y no nos importaba que cada tenedor fuese distinto.

Hacía rato que me había despedido de todas esas cosas a las que en realidad nunca di la menor importancia. Cuando nos casamos hicimos una lista de bodas porque era lo que había que hacer, pero en realidad siempre me dio igual comer con cubiertos de plata que de plástico. Así que esas cajas cerradas permanecieron en casa de mis ex suegros... hasta ahora.

Las cajas llegaron por barco y fui a la casa que ahora A. comparte con su novia, a quien no conocía, para ver con qué me quedaba yo. A. y yo no tenemos más relación que la estrictamente necesaria, por decisión de él. Nuestro trato es cordial y yo siempre lo querré muchísimo, pero nunca podremos salvar el creciente abismo que nos separa. Supongo que es normal. Pero no deja de doler.

La novia de A. es encantadora y nos ayudó a embalar las bandejas, jarras, tacitas de café. Había incluso un portarretratos con una foto de mi Tita, sus perros, mi hermana y yo. Cada uno de esos objetos tenía una historia que era nuestra, de A. y mía, y yo me sorprendí al recordar cada una de ellas – pero ahí estábamos, envolviendo cada objeto en papel y metiéndolos de nuevo en cajas para que yo me los trajera a la casa que comparto con Mariano. Ahora esas cosas están en mi pequeño piso del barrio de las letras, en donde nunca habían entrado objetos de plata, en donde los platos pertenecen a la casera.

¿Y qué hago yo con todo esto? He puesto las botellas de vidrio verde sobre una bandeja de pewter en la mesa lateral de la sala, junto a un candelabro de plata y una jarrita. La vajilla de diario sustituye ahora a la de la dueña del piso, convenientemente guardada en una caja en el clóset. Sobre la pared he colgado un precioso plato de pewter, enorme, y he tenido que quitar el cuadro que ahora desentonaba. Hay unas cuantas bandejas, un par de jarras y una heladera de plata que no he podido colocar y que esperan que las limpie y las guarde para cuando tenga una casa grande. Todas estas cosas – regalos de tíos, primos, amigos que estuvieron conmigo en un momento que fue importante – son parte de mi historia. Ahora han vuelto a mí, en otro momento de mi vida que también es importante, como si me las regalaran por segunda vez.

3 comentarios

Ricardo -

Pues gracias. La cancion esta en proceso.
y....
Aquel ni~ito, se fue a jugar, pero que triste que se sentia, solito y solo ya no podia, jugar pelota ni conversar. Era un ni~ito, era un ni~ito, era un ni~ito y nada mas....
Llego otro ni~o de Cumarebo, con gorra blanca de marinero, se saludoron y en el sendero, ya son dos ni~os para jugar.
Ya son dos ni~os, ya son dos ni~os, ya son dos ni~os para jugar.
Llego otro ni~o de Caripito, brinca que brinca como un cabrito, se saludaron con voz en grito ya son 3 ni~os para jugar.
Coro.
Llego otro ni~o de Portuguesa, con las mejillas rojo cereza, se saludaron con gran simpleza, son 4 ni~os para jugar.
Coro.
Llego otro ni~o de la Guayana, como que come una manzana, mira las flores de la ventana, son 5 ni~os para jugar.
Coro.
Los 5 ni~os ya son amigos, los 5 ni~os van a jugar, son ni~os todos de Venezuela y esos ni~itos saben cantar.

SuperVivi -

Muchas gracias por tu comentario, Ricardo, y sobre todo por recordarme esa canción de Sopotocientos que había olvidado. Ha sido como recuperar un pedacito de infancia. Y claro que puedes utilizar la anécdota para una canción! ¿Me la mandas?
Gracias de nuevo.

Ricardo -

Aunque la historia es triste, me parece que la escribiste espectacularmente. Me la prestas para hacer una cancion?

Si me tapo los ojos, no te puedo mirar.....si me tapo la boca, no te puedo cantar....Necesito los ojos, necesito la boca y tambien la nariz necesito escucharte y si no puedo oirte no seria feliz.(Soipotocientos...197pico)