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sopotocientos

Tan lejos y tan cerca

Ya sé que había prometido no hablar más de política, pero es imposible obviar todo lo que está pasando en Venezuela. Imposible no hacerse eco de las multitudinarias protestas estudiantiles, imposible ignorar a esos muchachos, el animal dormido que ha despertado de pronto y que es imparable, que desde hace una semana se ha estado enfrentando a la represión policial, la cárcel, los perdigones, las bombas lacrimógenas, los cañones de agua y las agresiones de motorizados chavistas que han querido arruinar las protestas pacíficas arengando a esos muchachos valientes —universitarios y estudiantes de bachillerato de todos los sectores— con el discurso agresivo, pobre y soez que tanto le gusta a Chávez. Mientras todo esto sucede allá, en ese país mío doliente y convulso, pero todavía vivo, todavía en pie, todavía resistiéndose a los caprichos de un dictadorzuelo soberbio, aquí en Madrid se avecina el verano y la gente ya tiene la cabeza puesta en las vacaciones. Este es otro planeta. Lógico. Pero yo, que vivo aquí, me muevo a otra velocidad, como si habitara un mundo paralelo. Porque mi mente está en Venezuela. No dejo de pensar en lo que está pasando. Y es tan raro andar por la Gran Vía o por Fuencarral o por cualquiera de estas calles en donde la gente estrena camisetas y sandalias y no teme que les arrebaten los derechos elementales, ni que los maten los ladrones, ni nada de esas cosas tan familiares para los venezolanos, y que andan preocupados únicamente por pagar la hipoteca y las vacaciones, y por las cosas cotidianas de cualquier persona que vive en un país libre, que ya con eso tienen bastante. Yo en cambio vivo en un mundo distinto. Y no sé cómo describir la emoción que siento al pensar en esos muchachos que han salido a defender lo que les corresponde por derecho, la libertad de expresarse, de disentir, de vivir en un país que no se rija por el capricho de una única persona, encima despótica y arrogante. Me siento muy orgullosa. Son muchachos lúcidos, muy bien organizados, con un discurso coherente y bien estructurado —tan distinto al de Chávez y al de la oposición, que nunca ha sabido estar a la altura—, un ejemplo tanto para el oficialismo como para esa oposición mediocre que tantos errores ha cometido. Bravo por ellos, porque ellos sí están representando a la mayoría de los venezolanos, los que no queremos que nos callen.


Hay quien me dice, cuando me reclama que sólo hablo de lo que pasa en Venezuela, que uno es únicamente del país donde ha elegido vivir. No puedo estar de acuerdo. Yo quiero mucho a España, claro, pero nunca me había sentido tan venezolana como ahora. La verdad es que me creía más desapegada. Y me sorprendo queriendo tanto a ese país que es y será siempre el mío, el mío y de tantos otros que viven fuera como yo, porque lo han elegido o porque no les ha quedado otro remedio; nuestro y de todos —todos— los que están allí, acompañando o no a los estudiantes, pertenecientes a uno u otro bando, de todas las clases sociales, creencias, colores: de todos nosotros, y no sólo de unos pocos que han querido arrebatárnoslo.

1 comentario

Lena -

Totalmente de acuerdo con tu post...
Y en la lejanía el amor se aviva y se renueva.
Esperemos que pronto sea la luz!

cariños