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sopotocientos

Gajes del oficio (o un ejemplo de cómo sobrevivir a la rutina)

Gajes del oficio (o un ejemplo de cómo sobrevivir a la rutina)

Una calle antes de llegar al portal de mi alumno, en Lavapiés, algo zumba en mi bolsillo. El móvil. Mensajito: «¿Habíamos quedado el miércoles?»

Hoy es lunes. No, no habíamos quedado el miércoles. Habíamos quedado hoy. Llamo a mi alumno por no dejar, pero ya sé que he perdido el viaje. Sí, claro, Marcelo: una confusión, no pasa nada, no te preocupes, nos vemos el miércoles.

Tampoco es tan grave. Vivo en Huertas, a diez minutos de aquí. Pero es que los del mediodía tampoco avisaron a tiempo que se suspendía la clase y habiendo podido almorzar tranquilamente en mi casa me zampé un kebab en diez minutos, que era el tiempo que tenía para comer si quería llegar a tiempo a la clase que al final no tuve. No estaba mal del todo el dichoso kebab, vale, pero entendámonos: no hay nada tan poco glamoroso como comerse una cosa de esas en diez minutos y quedar con las manos y la barbilla pegajosas de salsa. Y no te dan cubiertos. ¿Cómo pretenden que uno se meta eso en la boca? Es peor que los perrocalientes de la Calle del Hambre, allá en mi natal Caracas, tiempos aquellos de urgencia y pelazón. En fin. No hubo clase, no tuve clase en toda la tarde, y en lugar de aprovecharla (la tarde, digo) me puse a preparar la clase de la noche, que tampoco tuve. Así que allí me vi, frente al portal de mi alumno que no se encontraba en su piso de Lavapiés, preguntándome qué carajo hacer ahora: podía entrar en cualquier bar y ahogar mi mal humor en una copa de vino, o darme una vuelta por el barrio, oloroso de especias exóticas e idiomas que no entiendo, como viajar sin salir de mi ciudad. O podía decirle a Mariano que me invitara a una cerveza, o caminar los diez minutos que me separaban de mi casa y hacer algo productivo con mi tiempo, como por ejemplo trabajar en la novela. Y por esas cosas del sentido del deber y esas chorradas, opté por eso último. Lo que es la vida: terminé escribiendo esto. Al menos de catarsis ha servido, aunque no estoy segura si le deba las gracias al hecho de haber escrito este post (o lo que sea que ha resultado ser al final), o a la media botella de vino que llevo, y que, por cierto, me regaló un alumno. Uno más considerado. Qué más da: funcionó. Por lo pronto, salud.

4 comentarios

margot -

En busca de material para trabajr sobre oficios llegue aqui, y...guao! Impresionante. Exquisita manera de plasmar un engorroso dia.
salud!

axel -

esta kuradooOOOOo

k te importa -

arriva los pumas

A do outro lado da xanela -

Me sentí identificada... y es que a pesar de que la pereza se apodera de mí la mayor parte del tiempo y ruego que todos mis alumnos se pongan malos y no vengan a clase, cuando eso ocurre me siento bastante "perdida"...

Un saludo