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2666: Bolaño a escena

2666: Bolaño a escena

Cuando hace meses leí que Àlex Rigola se disponía a llevar a escena la inmensa –por extensión y calidad– novela póstuma de Roberto Bolaño, 2666, pensé que aquello era imposible: demasiadas historias, demasiados detalles, demasiado todo. Una locura, en fin –se trataría de una adaptación muy libre, claro: más que una adaptación, una obra independiente inspirada en el libro, me dije. Pero Rigola y Pablo Ley no sólo han respetado la novela con una rigurosidad que, desde mi admiración por Bolaño, agradecí en el alma, sino que además lo han hecho con una maestría que me dejó en un estado de agitación del que todavía no salgo. La vi anoche, en el Matadero de Madrid: cinco horas de función que transcurren como un soplo, con momentos que literalmente cortan la respiración. La magnífica puesta en escena se sirve de lo literario, como no podía ser de otra forma: se han respetado las cinco partes de las que se compone la novela, y el lenguaje también se ha mantenido en la medida de lo posible, un gran acierto. En cuanto a las actuaciones, impecables. Magnífico Joan Carreras (en la foto) en el papel del esquivo escritor Benno von Archimboldi, el hilo que conecta las cinco partes del libro y de la obra, y Andreu Benito en la parte de Amalfitano, por no hablar de los demás actores. En fin, no sigo porque me emociono. La obra se presenta en Madrid hasta el 2 de marzo. Absolutamente indispensable.

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